sexta-feira, 7 de novembro de 2008

LA SANGRE CAÍDA Y LA INOCENCIA PERDIDA

"Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo"
Ernesto "Che" Guevara a sus hijos.

Desde los tiempos del pachecato, la represión era particularmente dura contra los dos focos emblemáticos de la resistencia: los obreros (CNT) y los estudiantes (FEUU y FES) que enfrentaban con coraje los desbordes autoritarios del gobierno. El único lenguaje que se usaba consistía en gases, sablazos y cachiporras, luego se incorporan las armas de fuego con las que asesinaban en la calle a jóvenes estudiantes desarmados. Eran los tiempos del Escuadrón de la Muerte, tiempos de la Juventud Uruguaya de Pié, del Comando Caza Tupamaros, tiempos de torturas a luchadores sociales, de militarización de los sindicatos y de las detenciones de obreros y estudiantes bajo las medidas prontas de seguridad. Luego vendrían los tiempos de la dictadura cívico- militar y el terrorismo de Estado aplicado a sangre y fuego que habría de durar hasta mediados de los años 80.
El 14 de agosto de 1968, la predictadura cobraba la primera víctima, el estudiante Líber Arce moría como consecuencia de las heridas producidas por las balas policiales. Las bandas fascistas no se detuvieron, vendría una larga lista de jóvenes estudiantes muertos que dejarían una marca indeleble en la historia de nuestro país.
Ese mismo año es asesinado en una manifestación Hugo de los Santos y Susana Pintos que trató de socorrer un compañero envuelta en una bandera blanca que no fue respetada.
En 1969 cae el estudiante Jorge Salerno. En 1971 Heber Nieto de 16 años, es baleado por un francotirador del Escuadrón de la Muerte en la puerta de la Escuela de la Construcción. Manuel Ramos Filipini es secuestrado, torturado y luego asesinado. Julio Spósito es baleado en una concentración frente a la Facultad de Química y desaparece Abel Ayala.
En 1972 asesinan a Joaquín Klüver y a Íbero Gutiérrez, ese mismo año balean por la espalda dentro del liceo Nº 8 a Santiago Rodríguez Muela, Héctor Castagnetto de 19 años es secuestrado, torturado y asesinado, hoy está desaparecido y es ejecutado Mario Eguren de 17 años.
Ramón Peré es asesinado durante la huelga general de 1973 y Walter Medina de 16 años, mientras pintaba en un muro " abajo la dictadura, consulta popular".
Ya en plena dictadura cívico-militar, el terrorismo de Estado siguió cobrando jóvenes víctimas como Nibia Sabalsagaray que muere durante la tortura o las vidas de Silvia Reyes, Laura Raggio y Diana Maidanik, todas de 19 años, que son acribilladas a balazos mientras se encontraban estudiando en el domicilio de una de ellas (Silvia estaba embarazada de 3 meses)
La crueldad no tenía límites por aquellos años, el terrorismo de Estado también condenó a niños, adolescentes y jóvenes que debieron vivir lo peor. Miles se criaron sin uno o ninguno de sus progenitores, deambularon por los cuarteles y los penales, sufrieron malos tratos y atropellos, vivieron con angustia y terror directo que marcaron inexorablemente sus vidas para siempre.
Hubo quienes sufrieron el exilio o la clandestinidad. Separados de familiares y amigos muchos adolescentes llegaban al exterior solo cargando angustia, inseguridad, inquietud y rencor por haberles impuesto otra vida y haber sido arrancados abruptamente de su medio natural.
Los que visitaban a sus padres en penales o cuarteles eran humillados en la revisación. Para ver si "los pequeños subversivos" pasaban algo muchas veces se les palpaba entre las piernas o se les quitaba la ropa interior. Las visitas además de ser escasas, se enmarcaban en un ambiente hostil, hecho para separar y no para unir. Era todo un drama, tras de ser corta y espaciada en el tiempo, los reglamentos cambiaban entre una visita y otra, creando incertidumbre, inseguridad y nerviosismo, lo que importaba era armar un clima de tensión y miedo. Muchas veces se les suspendía la visita a los hijos o se sancionaban a sus padres, ambos vivían varios días sintiéndose culpables de ello. Una crueldad tanto para el preso como para los pequeños, que quedaban con una gran angustia clavada en el pecho.
Los que nacieron en cautiverio fueron torturados desde el vientre de la madre. Algunos quedaron detenidos con ellas pasando muchas penurias y a veces eran sancionados junto a su madre, otros fueron depositados en el Consejo del Niño, otros secuestrados y entregados a los propios represores o amigos de éstos, hoy varios siguen desaparecidos, los que tuvieron más suerte pudieron ser criados por algún familiar o amigo.
Un caso relevante es el de Macarena Gelman, que luego de asesinar a su padre en 1976, su madre con un embarazo a término fue confinada en la sede del SID hasta dar a luz y luego desaparecida. La niña es localizada en el año 2000, había sido adoptada por un Comisario de la Policía uruguaya y su esposa.
También en el Cono Sur el horror de las dictaduras fue un plan de exterminio contra los opositores políticos y sus familias. Existió una coordinación represiva entre los países del área; los militares de la región acordaron políticas de represión dentro y fuera de fronteras, en la estrategia llamada "Plan Cóndor".
En setiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, Argentina, secuestraron 16 jóvenes estudiantes con edades entre 15 y 17 años. Se movilizaban para reclamar la media tarifa social del boleto. No obstante fueron considerados por el Gral. Camps como "parte del accionar subversivo de las
escuelas" y llevados al "Pozo de Banfield". Allí conocieron el horror en toda su expresión, padecieron la tortura extrema, los simulacros de fusilamiento y el intento mediante tortura psicológica, de imponerles otra mentalidad. Pablo Díaz fue el único sobreviviente de la llamada "Noche de los Lápices".
Floreal Avellaneda, un joven argentino de solo 14 años, luego de ser torturado y asesinado junto a su madre en 1976, es encontrado en las costas del Río de la Plata en Montevideo.
En setiembre de ese mismo año, Anatole Julien de 3 años y su hermana Eva Julien de 1 año y medio son trasladados a Uruguay luego de matar a su padre y secuestrar a su madre. Desde el centro clandestino de detención y torturas en Bulevar Artigas y Palmar son llevados en avión a Chile y abandonados en una plaza en la ciudad de Valparaíso. Cuando los encontraron fueron internados en un orfanato, más tarde una familia los adoptó sin conocer la trágica historia.
Los hermanos Hernández Hobbas: Beatriz de 16 años y Washintong de 15 años son secuestrados en Argentina en julio del 1977 y permanecen desaparecidos junto con sus padres, Esteban fue criado por la familia paterna y Andrea, la más pequeña, fue adoptada recuperando su verdadera identidad a la edad de 29 años.
En 1978 Carlos Severo Barreto de 17 años de edad es secuestrado en Argentina y desaparecido.
En abril de 1975 una terrible represión y una perversa mentira se instaló en Treinta y Tres. 38 detenidos, 29 eran niños entre 13 a 17 años que fueron salvajemente torturados y humillados en un cuartel.
A mediados de abril se publica en el diario El País un comunicado del Comando General del Ejército donde informaba que: "se había encontrado una organización clandestina de la UJC que reclutaba menores de edad y los preparaba políticamente para cumplir tareas del marxismo". Se aducía que "estaban viviendo en un campamento en La Esmeralda en completa promiscuidad y donde los hábitos sexuales eran usuales sin la más elemental higiene. No resulta extraño que jovencitas entre 13 y 17 años que se prostituían contrajeran enfermedades venéreas"
¿En qué contexto se enmarcó aquella represión contra adolescentes en Treinta y Tres? Se había producido un cambio en la dictadura y se intensifica la represión contra el Partido Comunista. En un operativo coordinado y simultaneo, en dos días detuvieron 38 jóvenes, algunos secuestrados en la calle, otros detenidos en su casa o los esperaban montando una "ratonera" para "cazarlos". Son llevados directamente al cuartel, al rato los sacan al patio de plantón, pierden la noción de las horas que pasaban, piernas separadas y extendidas, brazos cruzados detrás de la nuca y golpes si no aguantaban más y caían. Se oían llantos, muchos comenzaron a gritar por sus madres. Mientras esos chiquilines estaban siendo torturados en el cuartel, los represores volvieron a sus casas para allanar rompiendo hasta los colchones.
No tuvieron un trato especial por ser menores, fue el clásico, plantón, palizas, submarino, picana, golpes con las palmas de las manos en los oídos, colgadas y la tortura psicológica permanente. La máquina dura varios días, luego son trasladados a la cuadra compartida por mujeres y hombres, menores y mayores.
Llegó el festivo del 19 de abril y con el desfile el Goyo Álvarez, después del desfile, la pesadilla. Volvieron a torturarlos en forma salvaje, eso fue gratuito, no había nada que preguntar, solo se le dio el gusto al Goyo y al sanguinario Pedro Buzzó, especialista en torturas, uno era el terror, el otro el responsable.
Otro día llevan a las mujeres al médico para una "pequeña intervención", allí estaban dos médicos con guantes puestos, les hacen el tacto vaginal, al otro día les inyectan penicilina delante de la tropa. De ese modo pudieron argumentar que tenían enfermedades venéreas como lo habían comunicado en el diario y justificar por que tenían menores de edad detenidos y torturados que no habían cometido ningún delito.
Permanecen un mes allí y luego siendo menores, son juzgados por la Justicia Militar.
Un día encapuchados y atados con alambre los suben a un camión y los trasladan a Montevideo. Algunos fueron al Hogar Femenino Nº 2 otros al Álvarez Cortez. Estuvieron siete meses internados en el Consejo del Niño, los liberaron pero les suspendieron todas las instituciones de enseñanza, publica y privada, para que no pudieran estudiar mientras existiera la dictadura. Y así ocurrió.
Otro caso de jóvenes entre 15 y 18 años que es espeluznante es uno que involucra al criminal Jorge Silveira, hoy preso por violaciones de lesa humanidad. El "pajarito" Silveira además de torturar, desaparecer, robar niños y asesinar, solía violar a prisioneros adolescentes.
En un frío invierno, el 27 de junio de 1981, a 6 meses del plebiscito que estalló en la cara de la dictadura, los aparatos militares y policiales andaban a la caza de los impulsores de las estructuras sindicales y estudiantiles que afloraban incontenibles. Agentes de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia hacen una redada de estudiantes, 20 adolescentes, 7 mujeres y 13 varones, son trasladados en una camioneta policial a las dependencias de la calle Maldonado y comienzan a ser torturados. Golpes, colgadas, plantones, picana, submarino y más, con un solo objetivo, encontrar la máquina que imprimía volantes convocando a organizarse y resistir y las armas. Torturan sin convicción porque sabían que estos jóvenes no estaban armados, ni siquiera organizados. Cuando se agoten las preguntas el interrogatorio perderá sentido, pero la tortura continuará durante 41 días.
Están tirados en el piso temblando de frío y miedo, desnudos y como única prenda una venda en los ojos, pueden oír los llantos y gemidos de dolor de los cuerpos cercanos y también sus propios gritos desgarradores en espera de lo único previsible, la próxima sesión de tortura.
Los liceales aprenden a reconocer las voces de sus torturadores, Jorge, de 16 años, puede ver por encima de la venda a uno de la patota de los "duros" que aparece diariamente y que todos lo nombran con el apodo de "Chimichurri" (después reconocerían a Jorge Silveira por una foto que publicó la prensa) Cada vez que oían esa voz de mando, un estremecimiento involuntario ganaba a los prisioneros que aprendieron a registrar el llanto de las compañeras que Chimichurri "elegía para interrogar".
En la planta baja del edificio hay varios hombres que ríen y gritan excitados. Chimichurri y sus secuaces llegan al edificio de la calle Maldonado para interrogar a otros prisioneros en la planta alta, cuando bajan al sótano es simplemente para divertirse.
Arrojan a un joven de 16 años sobre una mesa y lo atan boca abajo. Al dolor de las torturas de varios días se le suma el dolor de las heridas internas en el ano a causa de las reiteradas violaciones con objetos. El ataque sexual no es suficiente para estos oficiales de la lucha contra la subversión, pretenden que sus víctimas participen de sus desviaciones haciéndoles propuestas a los que eligen para sus orgías cada vez que bajan al sótano. Silveira amenaza, golpea, grita, pero no obtiene colaboración y descarga su frustración en la violencia de sus reiteradas violaciones contra varones y mujeres sin excepción. Ya no saben que hacer con estos muchachos, así que los sacan y hacen un simulacro de fusilamiento. Después los devuelven al sótano y la agresión sexual en orgías será el acontecimiento exclusivo.
Así como los llevaron, un día los soltaron cuando comenzaban las conversaciones políticas de los militares con blancos y colorados.
Algunos volvieron a la militancia, otros no. Algunos hicieron después la denuncia, otros no superaron la vergüenza que no les correspondía. Algunos pudieron superar el trauma, otros no. Marisa de 15 años luchó con sus fantasmas durante años y al final desistió, se mató de un tiro.
Julio de 1983, la dictadura da uno de los últimos zarpazos y se repite otra dramática historia de represión y torturas con jóvenes estudiantes que militaban en la clandestinidad. 11 mujeres y 14 hombres son detenidos y llevados al Departamento 4 de la Dirección Nacional de Inteligencia Policial, pertenecen al movimiento estudiantil y a organizaciones barriales del Frente Amplio. En esa dependencia son brutalmente torturados y luego procesados por la Justicia Militar por "asociación subversiva" porque para los fascistas no hay nada más subversivo que la democracia.
Los niños constituyen uno de los capítulos más trágicos del pasado reciente, muchos eran botín de guerra o integraban los partes de batalla de las Fuerzas Conjuntas.
Amaral García de 3 años es secuestrado con sus padres en Argentina, fue recuperado a los 13 años, había crecido en el seno de una familia argentina cuyos padres adoptivos habían sido miembros del SIDE. Sus padres fueron fusilados en 1974 en Uruguay y sus cuerpos aparecieron junto a otros 3 uruguayos en Soca.
Mariana Zaffaroni de 18 meses de edad es secuestrada con sus padres y apropiada por un agente de Inteligencia vinculado a los organismos de la represión. Se dio con su paradero en 1992 y la Justicia restituyó su identidad.
"Esta guerra no es contra los niños" le mintió Gavazzo en 1976 a Sara Méndez en el momento de secuestrarla y hacer desaparecer a su pequeño Simón de 20 días, privándolo de sus padres, de su historia y de su identidad.
Muchos niños secuestrados, apropiados y nacidos en cautiverio durante las últimas dictaduras del Cono Sur fueron trasladados a países vecinos. Los autores de estos crímenes, cobijados en la impunidad, pudieron apropiarse de ellos y cambiar su identidad.
Hijos separados de sus padres y de sus hogares, hijos que fueron testigos directos del secuestro, tortura o asesinato de sus padres, jóvenes que no tuvieron oportunidades, generaciones donde tanto miedo, dolor y angustia dejó secuelas psicológicas, emocionales y sociales permanentes. Nuestros derechos fueron vulnerados y por lo tanto nuestro crecimiento tiene huellas que aún no se terminan de dimensionar. ¿A cuanto asciende y cómo puede ser reparada esa deuda pendiente? Los sucesos que padecieron éstas jóvenes generaciones es un trágico capítulo del pasado reciente.
Hoy, los hombres y mujeres que siendo niños y adolescentes sufrimos las acciones directas del terrorismo de Estado, debemos aportar a la reconstrucción de la memoria que les pertenece a todos y contribuir al diálogo entre generaciones. Armar y compartir las terribles vivencias es exorcizar el miedo, el silencio, es sanar.
No podemos ser cómplices del olvido sino luchar contra él. La recuperación del pasado histórico es una pieza fundamental para el presente y futuro. Las bestias más bestias frente al despotismo y nuestra gente con inagotable reserva de resistencia y dignidad, enfrentándolos.
Por todo esto se debe anular ley de caducidad, inmoral e inconstitucional, y comprometernos a desarticular el mecanismo de la impunidad. Si no podemos demostrar que la impunidad no tiene más cabida en la realidad nacional nuestro Uruguay se estará haciendo un suicidio político y social. Esto es así de simple, porque dejar en pié la teoría de la impunidad, decirle a los asesinos y verdugos que andan por nuestras calles que no serán enjuiciados, es confirmarlos en su convicción de que la acción terrorista en el marco del Estado, es impune. Si no se sabe lo que pasó y quienes fueron los responsables de tanta barbarie, la justicia será burlada siempre.
Para terminar busqué la opinión del psicólogo Miguel Scapucio, director de SERSOC (Servicio de Rehabilitación Social) La idea era hablar del aporte terapéutico a estas generaciones brindado por este servicio.
YIC. ¿Qué generación fue atendida por el servicio en primera instancia y que patologías psicológicas presentan?
M.S. Una cosa son las secuelas psicológicas que uno advierte en la gente de la segunda generación evidentemente hay mucho sufrimiento propio. Junto con las secuelas y el daño uno tiene que rescatar algo que se está dando en estos momentos con mucho más fuerza que antes y es la potencia en el reclamo de verdad y justicia. Se están reagrupando y la fuerza que tienen esas agrupaciones de hijos en reivindicar la verdad.
Cuando comienza SERSOC las consultas se centraban básicamente en la primera generación (presos, exiliados, familiares de desaparecidos). Lentamente crece la consulta por los niños, hasta que hay un momento, a partir del año 1995/1996 la fuerza de los jóvenes que primero se agruparon en torno a familiares y luego conforman grupos de hijos comenzaron a hablar del sufrimiento propio. Teóricamente quienes habían sufrido era la primera generación, los hijos empiezan a hablar del dolor que tenían que ver con situaciones muy crudas. En los allanamientos o en las "ratoneras" eran amenazados por personal militar que estaban ocupando sus casas. Niños que en la visita a los penales eran maltratados o les sacaban un pequeño regalito que les llevaban a sus madres. Otros que de la noche a la mañana tuvieron que dejar la escuela, el barrio, los amigos o sus abuelos y marchar a un lugar desconocido.
YIC. Y el desmembramiento familiar fue total en algunos casos con consecuencias sociales y económicas graves.
M.S. Sin duda. Hay un momento que los chiquilines comienzan a darse cuenta de que no solo sufrieron los padres, toman conciencia de lo que ellos mismos sufrieron. Entonces, hay un período inicial que la consulta era de la primera generación y por lo general venían por consultas médicas (enfermedades orgánicas, psicológicas o por psiquiatra) y consecuentemente los niños eran traídos por sus padres. Hoy día la consulta de la segunda generación es el 50% del total habiendo una iniciativa propia de los jóvenes.
Nosotros más que secuelas hablamos de las situaciones de daño, que de alguna manera se une a lo vivido en la peripecia familiar cuando hay padres asesinados, desaparecidos, presos, etc.
Junto con esto la década del 90 comienza el auge de la ideología neoliberal y se les comienza a bombardear con la idea de que por lo que luchaban sus padres era un error histórico y que las utopías se habían terminado, creando un sentimiento de desesperanza en los uruguayos que de alguna manera está pautado en la emigración de jóvenes. Se produjo una crisis de confianza y además las políticas de impunidad y silencio que se escamotearon a los jóvenes llevaron a una serie de conmociones al interior de cada familia.
Hoy vemos que nuevamente los jóvenes están retomando las banderas de sus padres, tal vez con otras metodologías, quizá no con tanta militancia político partidaria, pero si con trabajos de memoria, con la cultura, están retomando banderas históricas de sus padres y además haciendo un enjuiciamiento muy crítico al funcionamiento social actual.
SERSOC hace hincapié en que cada afectado, ya sea de la primera, segunda o tercera generación, tiene que convertirse en testimoniante de sus tiempos y tiene que encontrarle los porqué a eso que pasó. Luego debe apropiarse de todo para trasladarlo a una práctica como ciudadano. Esa es la tarea que tienen, independientemente de los procesos terapéuticos, nosotros como servicio debemos apoyarlos con trabajo por verdad, memoria y justicia.
YIC. ¿Qué te parece que debe hacer el Estado como tal con los hombres y mujeres que siendo niños o adolescentes fueron víctimas del terrorismo de Estado?
M.S. El Estado es una entelequia a veces que depende también de cómo se apropian determinados sectores políticos. Hasta el año 2004 el Estado uruguayo, a través de los gobiernos blancos y colorados, se olvidó de los jóvenes.
YIC. De lo que sí se acordó fue de ocultar.
M.S. A mi juicio personal, no del servicio, se acordó de ocultar cuando creó la Comisión para la Paz, que fue una gran maniobra política para cerrar el tema. Creo que el único efecto positivo que tuvo fue agitar el tema.
Entonces, el Estado debe hacer algunas cosas que se empezaron y todavía están incompletas. Lo primero es romper con la impunidad, las políticas en torno a la justicia son fundamentales. Las políticas de la verdad también son importantes, los jóvenes necesitan recuperar la confianza en
el Estado que en algún momento les va a decir la verdad. Tiene que ocuparse de las políticas de memoria y de restituirle la dignidad a las víctimas. También faltaría sobre todo, anular la ley de caducidad. Por último aprobar una ley de reparación integral, que va más allá de la indemnización, políticas de reparación en salud y en educación a las nuevas generaciones.
En aquella generación de hijos uno vio situaciones de mucho dolor, que a veces desbordaba, un dolor incontenible. Situaciones de mucha confusión, por que los años de dictadura fueron muy traumáticos, era la primera vez en la historia del Uruguay que se cargaba con tanta violencia contra el conjunto de la población.
Aquellos niños detenidos con sus madres cuentan las penurias que tuvieron que pasar, por ejemplo, los lugares de la celda o del patio donde podían jugar y en los que no podían, si ellos pasaban la raya de una baldosa, su madre y ellos iban sancionados a un lugar donde no tenían posibilidades de moverse.
El Estado tiene la obligación y le debe a todos ustedes una reparación.
Miles fueron los niños, adolescentes y jóvenes marcados con saña y cobardía por la represión. Que nuestra juventud esté alerta, que no sacrifique su conciencia y su memoria sobre el altar de los intereses menores y que lleven en alto la bandera de la lucha por la libertad y la justicia.
Quiero tener siempre los ojos en la nuca para no olvidar y que no se olvide. MARYS YIC.

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